Hoy vamos a hablar del “Lugar más feliz de la tierra”: Disneyland. Y a día de hoy muchos estadounidenses lo considerarían incluso como un pedacito de la historia de su país.
En los años 40, probablemente en el peor momento de Walt Disney y de su empresa, decidió que tenía que diversificar su negocio y crear algo distinto ya que la animación era costosa y no generaba ingresos a largo plazo. Tened en cuenta que entonces sus películas sólo podía ser vistas en cine (mucho antes de la explosión de las películas de Disney en vídeo VHS). Entonces viendo a su hija disfrutando de un tiovivo pensó en crear un sitio que se pudiera disfrutar en familia. Y ése fue el germen de Disneyland.
Walt Disney empezó a planificar un parque como ningún otro. Para poder llevarlo a cabo necesitaba una gran extensión en la que incluir ríos, cascadas, montañas y todo de manera artificial. De esta manera seleccionó un terreno de 160 acres en Anaheim, California, ya que Burbank (donde estaban los estudios Disney) se estaba quedando pequeño para la ambición de su creador. El parque contendría todo tipo de atracciones e iría separado por zonas temáticas: una entrada evocadora, una zona de aventuras, una zona de fantasía y una futurista.
Para financiar Disneyland vendieron terrenos, se pidieron préstamos y tuvieron que hacer una serie para la ABC con un coste total de 17 millones de dólares en 1953 (que por inflación a día de hoy serían más de 160 millones de dólares).
Y fue un éxito total. Mucho más allá de lo que Disney habría imaginado. Y es que en principio las entradas eran privadas y había tan solo 5.000 entradas. Pues bien…. Se presentaron 30.000 personas. Una empresa se dedicó a vender entradas falsas y el aluvión de personas fue imparable.
El calor del verano hizo que los tacones de las mujeres se clavaran en el hormigón todavía húmedo de haber terminado el parque hacía poco, se agotó el agua y la gaseosa y las fuentes daban el agua demasiado caliente para beberla en ese momento. Pero dio todo igual, la magia de Disneyland había llegado a nuestras vidas.